El poder de transformar la ciudad por Agustin Espinosa

"Los canales urbanos como ejes de transformación" . TFM · Espinosa Zárate · Barcelona, 2024


Esta es una nota en tono reflexivo sobre la influencia que ejercemos quienes participamos en la construcción de la ciudad: arquitectos, desarrolladores, urbanistas y toda figura involucrada en los procesos de transformación urbana, incluidas también las instituciones y autoridades que detentan el poder de decisión. Pero por “transformar” no debemos entender únicamente un acto positivo. Es necesario adoptar una postura crítica, porque si bien algunas transformaciones traen mejoras, muchas otras terminan por profundizar desigualdades o generar consecuencias negativas no anticipadas.

Es fundamental ser autocríticos con nuestro propio trabajo y comprender que renovar la ciudad no será siempre sinónimo de progreso. A diferencia de una remodelación doméstica, donde una persona decide a su propio criterio, intervenir en el espacio urbano implica un sistema complejo de actores, recursos e impactos. La renovación del espacio público, en particular, genera externalidades que históricamente los arquitectos, urbanistas y políticos no hemos sabido controlar del todo, y mucho menos anticipar.

Toda intervención urbana viene acompañada de externalidades que deben ser analizadas con rigor: ¿Cuáles de estas son realmente positivas? ¿Cuáles, pese a la imagen atractiva del espacio renovado, esconden efectos adversos sobre quienes lo habitan? Basta con abrir el lente y preguntarnos: ¿Quiénes utilizan hoy ese espacio?, ¿el beneficio fue real para los sectores más desfavorecidos?, ¿o acaso se reforzaron dinámicas de exclusión?

Los tiempos políticos no son los tiempos de la ciudad

En nuestra ciudad —como en muchas otras del país—, estas transformaciones suceden dentro de ciclos institucionales que difícilmente coinciden con los procesos que requiere la ciudad. Los periodos políticos no son compatibles con la transformación urbana profunda.

En México se han hecho algunos esfuerzos por generar instrumentos de planeación que trasciendan administraciones. En teoría, ese sería el papel de los institutos de planeación. Sin embargo, el sistema presenta fallas: escasos recursos, capacidades técnicas limitadas y una marcada desconexión entre quienes planifican y quienes ejecutan. A pesar de su vocación de coordinación, muchas veces los institutos de planeación no tienen injerencia real sobre los planes y proyectos urbanos que se llevan a cabo.

¿Quién decide sobre el diseño del espacio público?

Esta es una pregunta que debemos hacernos cada vez que la ciudad entra en un proceso de transformación importante. Las decisiones sobre las características del espacio público suelen quedar en manos de muy pocos: quienes cuentan con el recurso, quienes están al frente de la ejecución y las instituciones involucradas en el proceso. Este esquema concentrado en una “mesa reducida” de actores representa un problema de origen.

Hace falta ampliar la mirada, mirar hacia buenas prácticas internacionales y abrir el debate al ojo público. Los proyectos de espacio público no deberían ser definidos únicamente por las autoridades, sino también discutidos y construidos con quienes habitan la ciudad. Incluir voces diversas, especialmente las de quienes serán usuarios cotidianos del espacio, es una condición necesaria para avanzar hacia una ciudad más justa.

Mirar hacia afuera: prácticas que inspiran

Existen ejemplos valiosos en América Latina que pueden servirnos como referencia. En Colombia, por ejemplo, los concursos de espacio público se abren a despachos locales, lo cual no solo democratiza la participación de los profesionales, sino que también eleva la calidad de las propuestas y fortalece el sentido de pertenencia de la comunidad hacia el espacio resultante.

En muchas ciudades europeas, las dependencias públicas tienen un rol activo en la planificación del futuro urbano. No actúan solamente como entes reactivos ante las demandas del presente, sino que asumen responsabilidades de largo plazo. En cambio, en muchos municipios de México, esa labor de planificación no la asume nadie.

Y entonces, ¿Quién debe planificar la ciudad?

Si realmente aspiramos a vivir en ciudades más habitables, sostenibles y equitativas, debemos plantearnos con seriedad esta pregunta: ¿Quién está planificando la ciudad que habitamos?

La respuesta no debería ser un único actor. Lo ideal sería distribuir esa responsabilidad entre distintos niveles y figuras: otorgar ese rol a los mejores arquitectos y urbanistas a través de concursos públicos abiertos, garantizar la participación ciudadana mediante mesas de diálogo bien estructuradas, y fortalecer a los institutos de planeación con recursos suficientes para que puedan realmente asumir un papel transformador, más allá del cambio de administraciones.

Porque si el proyecto de espacio público sigue decidiéndose desde una lógica de pocos para pocos, lo que tendremos serán ciudades transformadas… pero no necesariamente mejores.


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Autor:


Agustín Espinosa Zarate

Arquitecto por la Universidad de Guadalajara (UDG), con estudios en Arquitectura del Paisaje por el Instituto Tecnológico de Estudios de Occidente (ITESO), estudios en Diseño Urbano por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Master en Desarrollo Urbano por la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC).Co-Fundador de Taller Metropolitano de Arquitectura y Urbanismo.

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